OPINIÓN
Eddie Tapiero, Economista
Si bien muchas de las medidas de contención del Covid-19 se basan en el cierre de empresas de servicios no esenciales y la continuidad en la cadena de suministro, su comportamiento está mostrando algunos puntos esenciales de la teoría económica que falta por entender. Esto es, la teoría económica indica que el “Homo Economicus” siempre buscará maximizar su bienestar, pero esto muchas veces lo confundimos con ingresos. Sin embargo, la contención del Covid-19 requiere de un esfuerzo, no solo en lo físico, sino también en lo espiritual, lo del alma individual y colectiva, elevando entre nosotros al “Homo Espríritus” para lograr vencer a la epidemia. Pero esto requiere que evaluemos los valores que se han impulsado en la sociedad consumista de hoy.
En los últimos años, el mundo se ha tornado consumista. Por un lado, se valora más a lo material que a lo espiritual y se pone lo individual por encima de lo colectivo.
En este sentido, hemos aprendido la importancia de asegurar las cadenas de suministro después de una catástrofe natural, como un terremoto o un tsunami a través de protocolos emitidos por las organizaciones internacionales como la ONU la FAO y hasta el Foro Económico Mundial que se enfocan en lo material. Los protocolos buscan tanto reducir barreras al comercio, como son eliminar los aranceles para ciertos productos, garantizar la continuidad de las operaciones de empresas de medicinas y alimentación y mantener el flujo de bienes a lo largo de la cadena. Sin embargo, estos eventos no involucran el factor humano. El egoísmo interno, la idolatría, la mediocridad, el miedo al contagio y la posibilidad de expandir el contagio a otros, son otros factores limitantes, poco observados cuando se aplican las medidas.
Mucha parte de la humanidad se ha contagiado de una conciencia egoísta y mezquina, que no es para nada solidaria. Esto lo vemos con el daño que le hemos hecho al medio ambiente y lo difícil que es ponerse de acuerdo para evitarlo. Los valores solidarios, el alma colectiva, se ha reducido porque la sociedad nos indica que la codicia y la egolatría entre otras cosas, son buenas. Pero el Covid-19 nos está haciendo recordar que la unión familiar, la generosidad, empatía y la solidaridad con el prójimo sobrepasan las riquezas que podamos amasar en este mundo y que estas volverán a nutrir a nuestro ser espiritual.
Aunque vemos que muchos trabajadores y voluntarios han seguido apoyando las instrucciones de salud, de seguridad y la continuidad de las cadenas de suministro, muchos han salido a dar lo más de sí, por su país, que por el dinero que se ganan. Es absolutamente normal que algunos trabajadores se abstengan por temor a contagiarse o de contagiar a sus familiares; esto incluye no solo a aquellos interconectados en las cadenas de abastecimiento, sino aquellos conectados con las cadenas productivas. Por otro lado, existen personas, que buscan tomar ventaja de la situación, aportando no por solidaridad, sino por la codicia, que no es lo que se requiere en estos momentos. También, existen personas que no van a aportar porque no les van a reconocer su sacrifico. Esta situación estará aumentando en la medida en que aumente el temor al virus. Pero esta es una oportunidad para que venza el espíritu y no lo material.
Por las razones señaladas, es importante tener en cuenta que, para asegurar la cadena de abastecimiento, no solo es necesario permitir que las empresas y las personas trabajen, sino que todos participen impulsados por un espíritu de solidaridad y no de codicia. Debemos ser justos y dejar el juega vivo a un lado. Pero además, hay que darles la debida atención para que tengan la seguridad de atención para que puedan trabajar de manera eficiente, no solo por el salario, sino por la satisfacción que produce ese espíritu de solidaridad ciudadana. Por ello, hay que reconocer la labor de esas personas humildes que se mantienen cultivando en los campos, de los transportistas que llevan mercancías a las tiendas y de las personas que nos atienden en tiendas, farmacias y supermercados, y de todas aquellas empresas que hacen grandes sacrificios para que todos los panameños podamos satisfacer nuestras necesidades y estar tranquilos.
En estos momentos, hay que estar seguros de que estas cadenas y estas empresas no son los enemigos, ni mucho menos, el gobierno. Todos somos panameños y estamos perdiendo algo. Debemos respetar las indicaciones del Ministerio de Salud y el orden público. La anarquía solo nos lleva al caos, y el caos nos lleva a un aumento en el contagio y en el número de víctimas. Por esa razón, cuando vean a un agricultor, a un camionero, a ese valiente personal de salud, a los agentes de seguridad, a los centros de expendio, al vecino, y a aquellos de nosotros comprometidos con la comunidad díganle y díganse gracias, porque sin ellos, no podríamos comer ni disfrutar de una relativa tranquilidad. La única forma de salir de esta crisis, es trabajando juntos y reconociendo la calidad humana de aquellos que arriesgan sus vidas para que otros puedan estar bien.
A todas esas personas, a esos héroes y heroínas que muchas veces pasan anónimos por nuestras vidas, les digo: Muchas gracias.
Sobre el autor: Eddie Tapiero es un profesor panameño, economista y autor del libro: La Ruta de la seda y Panamá. El profesor, realiza investigaciones en varios temas de comercio y logística internacional y su aspecto social, y apoya a la docencia superior colaborando con Universidades y Centros de Investigación.
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