Poca solidaridad entre países de la región y una enorme brecha de desigualdades sociales, son tan solo algunos de los aspectos que desveló la pandemia. La ‘vacuna’ para transitar hacia mejores sociedades está en los ODS de la ONU desde 2015. Pero ¿quién se compromete de verdad con ellos?
Por Uriel Naum Ávila*
“La pandemia por COVID-19 ha desnudado nuestras fragilidades… ha revelado la insostenibilidad de un estilo de desarrollo sustentado en la profundización de las desigualdades, la extensión de la precariedad de la reproducción social, la destrucción ambiental y el debilitamiento del multilateralismo y la cooperación internacional”, señaló hace unos días la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en el documento “Aprender de la historia, atender la emergencia, repensar el futuro”, y todo indica que no se equivoca.
Tan solo respecto al último punto, ¿cuántas veces en el discurso hemos escuchado hablar sobre la importancia de la integración latinoamericana? Sin embargo, en los hechos, y lo demostró la pandemia, los países de la región se centraron en lo local para sortear la situación y ni siquiera se llegó a sugerir entre gobiernos la posibilidad de implementar una estrategia multilateral para un frente común. Por el contrario, Covid-19 fue una excusa más para animar las diferencias entre países como Nicaragua y Costa Rica o Colombia y Venezuela.
Muchos se pueden preguntar: ¿pero cuál es la ruta a seguir para la región? ¿Dónde están las posibles soluciones más allá de una realidad que es evidente para todos? La ruta ha estado ahí al menos desde 2015, que fue cuando la ONU impulsó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por medio del acuerdo internacional “Transformar Nuestro Mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
Posiblemente valga recordar algunos de los ODS más importantes de los que deben apropiarse tanto gobiernos como empresas privadas (en total son 17):
- Erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
- Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible.
- Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos.
- Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.
- Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.
- Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos.
- Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación y detener y revertir la degradación de la tierra, y frenar la pérdida de diversidad biológica.
No se trata buenas intenciones, sino de compromisos que marcan el camino para un cambio real de las sociedades. Y una cosa muy importante en la que pone énfasis la Cepal para realmente transitar hacia países más desarrollados: “No se puede enfrentar la crisis con medidas basadas en el mismo pensamiento económico y social que la provocó, ni con las mismas premisas y políticas que hoy exhiben sus limitaciones”. En otras palabras (y así de contundente), es momento de repensar el actual sistema económico sin miedos y, posiblemente, contra posibles viejas estructuras a las que les puede ser conveniente que nada cambie.
*El autor es periodista de negocios en Latam y consultor de comunicación empresarial.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad única del autor. No pueden ser consideradas como una posición de este medio.