*Carlos E. González de la Lastra
Recientemente la Corte Suprema de Justicia emitió un fallo a favor del ex rector de la Universidad Marítima de Panamá, Víctor Luna B., quien fue elegido rector para el periodo 2014-2019 en un cuestionado proceso, elección que fue declarada nula por el entonces Consejo Superior de la UMIP. Cinco años después de haber interpuesto Luna dicho amparo, la CSJ falló en su favor dejando una situación muy difícil de resolver.
Desde que la Corte admitió aquella reclamación, se pudiera decir que todo lo actuado en la universidad ha sido ilegal. El Consejo Superior actual se encuentra en la posición de hacer valer el fallo de la Corte y, por ende, remover al actual rector, para convocar un nuevo proceso de elecciones. En semejante coyuntura resulta oportuna una reflexión dirigida a preservar la institucionalidad de la universidad marítima, pero de manera integral.
Como miembro del equipo que trabajó en la creación de la UMIP, me consta que ella surgió de la visión de desarrollar un centro de educación marítima a nivel internacional. Una universidad con profesorado del más alto nivel y planes de estudio que colocaran a sus egresados en la cúspide de la industria marítima. Dado que manejaría especialidades de alto nivel técnico y sus egresados deberían desempeñarse bajo estrictos estándares, nuestra visión era que ella pudiera atraer a los mejores profesores de otras latitudes, y que sus instalaciones estuvieran al nivel la Universidad Marítima Mundial, que funciona en Malmo, Suecia. Por ello, pensamos que debía estar en la Ciudad del Saber, para que pudiera funcionar dentro de un régimen legal especial.
Así nació la UMIP: un país con un Canal al servicio del mundo, un clúster marítimo y el principal registro de naves, y un centro universitario que produjera los recursos humanos necesarios para brindar esos servicios con altos estándares de calidad. El modelo que surgió había que perfeccionarlo para que lograra sus objetivos, pero la realidad fue muy distinta. Una vez creada, se inició el proceso de politización que hizo crisis en los últimos dos gobiernos. Todo comenzó cuando se modificó la ley orgánica y se introdujo el concepto de que las autoridades universitarias serían elegidas por voto ponderado de profesores, administrativos y estudiantes. Desde ese momento, se hizo difícil lograr los objetivos que nos trazamos.
Los procesos electorales afectan negativamente la meritocracia, pues las autoridades universitarias son seleccionadas más por amiguismo y por haber apoyado las campañas electorales, que por sus méritos. De ahí que lo que debió ser una universidad técnica, se transformó en un feudo del rector que ganara las elecciones. Con tantos intereses, como son la administración de un presupuesto de más de $10 millones y el nombramiento de más de 400 personas, el contenido curricular y la planta docente pasarían a última prioridad. Cuestionados algunos representantes de la industria sobre el nivel de los cadetes de la UMIP, muchos han respondido que muchos ni siquiera hablan inglés, en una industria cuyo idioma oficial es el inglés. Otro problema es la actitud de muchos cadetes, que no están claros en cuanto a los requerimientos de las carreras marítimas y logísticas. Cabe señalar que las carreras marítimas tienen un gran valor en el mercado laboral internacional.
Un estudio reciente del Consejo Marítimo Internacional y del Báltico (BIMCO) y la Cámara Marítima (ICS) reveló que para el 2025 se necesitarán más de 140,000 oficiales de marina para atender las necesidades de la flota mercante mundial. Cifra que aún con los pronósticos de buques autónomos, no va a disminuir, tal como se ha evidenciado en la industria aérea. Pero lo más importante es que estos son puestos muy bien remunerados, pero que requieren de una educación del más alto nivel.
Grupos de la actual administración han salido a “defender” la institucionalidad de la UMIP y su autonomía, cuando en la realidad lo que defienden son sus puestos de trabajo. Quizás debemos replantear el significado de institucionalidad y autonomía, para que ambas estén al servicio de una mejor educación teórico-práctica para los egresados. Para ello defender la institucionalidad quiere decir seleccionar a los mejores docentes, mejorar la infraestructura física y tecnológica, procurar planes modernos de estudio y alianzas con la industria, organismos internacionales y otros centros de estudio. Para ello, lo que más necesita la UMIP es un administrador con un equipo ejecutivo del más alto nivel, que enrumben la universidad hacia el logro de sus objetivos. Es muy posible que ese proceso requiera de un periodo de transición.
Al reflexionar sobre el futuro de la UMIP, cabe hacer una evaluación sobre la conveniencia o no de replantear su visión y dar un salto cualitativo y cuantitativo en cuanto a la calidad de la enseñanza marítima, tanto para Panamá como para el resto de la región. El mundo ha evolucionado exponencialmente en temas de tecnología y protección del medio ambiente, específicamente en el sector marítimo. En este marco, es el momento de impulsar una reingeniería de la Universidad Marítima.
*El autor es consultor en logística