Carlos Felipe Jaramillo
Vicepresidente para América Latina y el Caribe del Banco Mundial.
La educación en América Latina y el Caribe tiene una calificación reprobatoria. De cara a la mayor crisis en un siglo, los compromisos de mejora deben hacerse realidad urgentemente para que los niños tengan el futuro que merecen.
Esta crisis es el tema central de una cumbre que se celebra esta semana en Santiago de Chile y que reúne a ministros de educación y autoridades y expertos en finanzas. Convocada por la UNESCO y el Ministerio de Educación de Chile, junto con el Banco Mundial y otros socios, la reunión espera identificar políticas exitosas, aumentar las inversiones y garantizar que todos los gobiernos hagan frente a este desafío.
De acuerdo con los recientes resultados dados a conocer por el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), implementado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), En promedio, el 75% de los alumnos de 15 años en América Latina y el Caribe está por debajo del nivel básico de competencia en matemáticas y el 55% está por debajo en lectura.
Y los resultados del aprendizaje se están moviendo en la dirección equivocada, porque hay un aumento del bajo rendimiento.
Esta situación es preocupante para la prosperidad y la cohesión social de la región, ya que una mano de obra con escasa formación no es competitiva.
La buena noticia es que varios países ya están actuando. A partir de la pandemia, algunos cambiaron los programas de enseñanza para hacer hincapié en las competencias básicas en lectura y matemáticas, dirigieron la ayuda adicional a los alumnos de bajo rendimiento y desplegaron más tecnología para ayudar a los estudiantes con dificultades. Sin embargo, se necesitan más esfuerzos para convertir este compromiso en acciones y políticas sistemáticas, en todos los niveles educativos.
Los países deben actuar en tres áreas para mejorar la calidad de la educación.
En primer lugar, recuperar las pérdidas de aprendizaje en matemáticas para los alumnos adolescentes, incluyendo intervenciones de tutoría, utilizando potencialmente soluciones EdTech.
En segundo lugar, acelerar las medidas para mejorar y reforzar los resultados en otras materias, como la lectura y las ciencias, a fin de garantizar la recuperación de la mitad de los alumnos rezagados, especialmente los más vulnerables.
En tercer lugar, seguir haciendo hincapié en los esfuerzos de recuperación y aceleración en lectura y matemáticas de los alumnos de educación primaria que se han visto gravemente afectados por la pandemia COVID-19. Esto también implica asegurarse de que los niños estén preparados para la escuela garantizando una educación infantil de alta calidad para todos, y que los profesores estén capacitados y apoyados para ayudar a los estudiantes a aprender.
Es importante destacar que las escuelas no pueden afrontar solas el reto de la crisis de aprendizaje. Todos los actores de la sociedad -organizaciones multilaterales, gobiernos, sector privado, sociedad civil, padres de familia y escuelas- deben reconocer la urgencia de la crisis del aprendizaje y actuar conjuntamente.
La región de ALC se enfrenta a enormes retos con su crisis en la educación. Pero esta crisis puede superarse aumentando el impacto y la escala de cómo la abordamos. Se lo debemos a nuestros niños de hoy y a las próximas generaciones. Trabajemos juntos para darles un futuro mejor.
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