Carlos Castellanos
Usualmente cuando se habla de calidad en las universidades se generan unas barreras o temores que no permiten verla como una oportunidad estratégica. Este texto busca mostrar algunos aspectos que inviten a hacer una reflexión en las universidades sobre el lugar que se le está dando a la calidad dentro de la educación superior a partir de un caso vivencial y práctico de la Universidad de los Andes en Colombia.
El sistema de calidad en Colombia tiene un hito fundamental con la Ley 30 de 1992. Ese año se genera un punto de inflexión en la educación superior ya que se crea el Sistema Nacional de Acreditación y su marco normativo; se habilitan los diferentes sistemas de información, convirtiéndose en pilares del sistema y dan cuenta, entre otras cosas, de la oferta y demanda de los programas, la deserción y la empleabilidad. Por otro lado, inician las primeas apuestas de las universidades por entender la calidad como una decisión institucional que marcará una ventaja competitiva con respecto a otras y que las lleva a incursionar dentro de los procesos de acreditación que, en Colombia, son voluntarios. Ya se cumplieron 30 años de aprendizajes, desarrollo y trabajo sobre la calidad de la Educación Superior en Colombia que permiten tener una visión más comprensiva y elaborada de lo que eso significa.
La calidad se opera a través de dos modelos y se desarrolla por medio del Ciclo de Efectividad Institucional. Algunas instituciones tienen unos equipos que realizan un enlace entre los entes externos que las vigilan y los programas académicos, y donde la responsabilidad de los aspectos de seguimiento, evaluación y rendición de cuentas es de las directivas de los programas. Por otro lado, hay otras instituciones que tienen unos equipos centrales que se encargan de todos los procesos de calidad de los programas y tienen un rol más preponderante en la evaluación y mejoramiento. Cada uno tiene ventajas y desventajas que dependen de la realidad de cada institución, pero a partir de la experiencia de la Universidad de los Andes y de otras universidades en Colombia, queda claro que la responsabilidad de la calidad de los programas académicos es de los directivos de los programas, siguiendo el primer modelo, debido a que ellos son los que deben apropiar e implementar el ciclo de efectividad institucional. El segundo modelo usualmente quiebra el ciclo debido a la desconexión que se genera entre quienes evalúan y rinden cuentas y los que planean e implementan el programa. Al final, el éxito del ciclo se da en quién lo lidera y tiene una visión holística de lo que está sucediendo en el proceso completo. Obviamente hay varios actores que se involucran, pero la comprensión de principio a fin debe estar en un solo lugar.
Por otro lado, para lograr una operación adecuada del ciclo de efectividad institucional hay 5 aspectos claves que las universidades deben considerar. El primero es entender la calidad dentro de la estrategia de las instituciones, es una decisión que se toma y marca un camino a seguir donde toda la comunidad participa, por ejemplo, La Universidad de los Andes desde hace más de 20 años tomó la decisión que todos sus programas deberían acreditarse en Colombia o internacionalmente donde aplique. No debe perderse de vista que esos procesos son voluntarios y que marcan una línea que hace referencia a la alta calidad tanto de los programas como de las universidades. Resultado de esa decisión, ha llevado a que los programas generen una ventaja competitiva, un posicionamiento internacional y fortalezcan sus procesos misionales. El segundo aspecto es entender que, al ser una decisión institucional, que hace parte de la estrategia, debe tener un sponsor, quien usualmente es el rector o el vicerrector académico. Esa decisión no debe quedar en los equipos técnicos de las universidades, sino que viene de la alta dirección e impacta a los diferentes niveles de las instituciones, generando una responsabilidad compartida y un entendimiento que es un asunto de todos y no de unos pocos, siendo este último enunciado el tercer aspecto.
El cuarto aspecto se enmarca dentro de uno de los retos que tiene la implementación de los sistemas de calidad y es el tener la información adecuada para generar evidencias de los resultados que se están teniendo. En este caso tener métricas, indicadores de resultado, de proceso y medidas de percepción se vital para asegurar el sistema. Sin información es muy difícil tomar decisiones adecuadas sobre las orientaciones que debe tener el programa, así que las universidades deben tener un ecosistema de información que soporte las decisionesy que conecte la estrategia con el día a día de los programas. Finalmente, como quinto aspecto surge la relación y entendimiento con el sector externo. El rol de egresados, industria, organizaciones y demás actores alrededor de los programas se hace cada vez más importante para que la vigencia y pertinencia de los programas se mantenga y así asegurar que lo que se espera que los estudiantes logren al finalizar su plan de estudios, corresponda a lo que el programa y la institución planteo.
Cuando la calidad se considera como una estrategia para el desarrollo de las universidades, se permite que las instituciones logren una ventaja competitiva, se posicionen a nivel local e internacional, salgan de su status quo, promuevan la innovación y al final, incrementen el número de estudiantes al generarse un circulo virtuoso que favorece su desarrollo.
Por último, no se debe olvidar que la calidad como estrategia es una decisión institucional donde la comunidad como un todo participa y permea incluso la cultura de la organización. Es un proceso que toma tiempo, que debe escuchar todas las voces, pero que al final logra dejar a las universidades en un nivel de desarrollo diferente.
EL AUTOR Carlos Castellanos es ponente del foro Innkind
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