Alma Solís
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La economía mundial está entrando en una pronunciada desaceleración en medio de las nuevas amenazas derivadas de las variantes de la COVID‑19 y el aumento de la inflación, la deuda y la desigualdad de ingresos, lo que podría poner en peligro la recuperación de las economías emergentes y en desarrollo, según la edición más reciente del informe Perspectivas económicas mundiales, que publica el Banco Mundial.
El organismo espera que el crecimiento mundial se desacelere «notablemente», del 5,5 % en 2021 al 4,1 % en 2022 y al 3,2 % en 2023, a medida que la demanda reprimida se disipe y vaya disminuyendo el nivel de apoyo fiscal y monetario en todo el mundo.
En el mismo escenario ven a América Latina y el Caribe con una desacelerará al 2,6 % en 2022 para luego aumentar levemente al 2,7 % en 2023. Para Panamá el organismo mantuvo su crecimiento en 9,9% al cierre del 2021 y de 7,8% para el 2022, poniendo al país canalero varios puntos porcentuales por arriba de la media, pero no hay que en el 2020 fue una de las economías que más decreció un 17% y apenas el 2022 estaría recuperando terreno.
De acuerdo con el Banco Mundial el fuerte pronóstico para Panamá en 2022, en 7,8%, será impulsado por la inversión pública como el gobierno construye relacionados con el transporte infraestructura. (ver nota:Banco Mundial espera un crecimiento de 7,8% para Panamá en el 2022).
El crecimiento en América Latina y el Caribe (ALC) se recuperó a un 6,7 % estimado en 2021, impulsado por condiciones externas favorables y, en la segunda mitad del año, rápido progreso en la vacunación contra el COVID-19 y una fuerte caída en los nuevos casos. Se proyecta que el crecimiento regional se desacelere a 2,6% en 2022 y 2,7% en 2023, reflejando una lenta mejora del mercado laboral, una política macroeconómica más estricta, una demanda externa más débil y un impulso desapareciendo de la subida del año pasado en los precios de las materias primas.
Perspectiva global
El informe advierte que el crecimiento durante el horizonte de pronóstico no será lo suficientemente sólida como para revertir la prolongada caída del ingreso per cápita de la región en relación con los países avanzados. Los riesgos a la baja para el pronóstico incluyen aumentos repentinos en los casos de COVID-19; estrés financiero; interrupciones relacionadas con desastres naturales, incluidos los fenómenos meteorológicos relacionados con el cambio climático; y, en el más largo
plazo, la falta de implementación de mejoras en la productividad y otras reformas necesarias.
El informe indica además que la rápida propagación de la variante ómicron indica que probablemente la pandemia continuará afectando la actividad económica en el corto plazo. Asimismo, la marcada desaceleración de las principales economías (tales como los Estados Unidos y China) pesará sobre la demanda externa en las economías emergentes y en desarrollo.
También advierten que las economías se encuentran en un momento en que los gobiernos de muchos países en desarrollo carecen de espacio macroeconómico para apoyar la actividad si fuera necesario, los nuevos brotes de COVID‑19, la persistencia de las presiones inflacionarias y de los cuellos de botella en las cadenas de suministro, así como la elevada vulnerabilidad financiera en numerosas partes del mundo, podrían aumentar el riesgo de un aterrizaje brusco.
«La economía mundial se enfrenta simultáneamente a la COVID‑19, la inflación y la incertidumbre respecto de las políticas; el gasto público y las políticas monetarias se adentran en un territorio desconocido. El aumento de la desigualdad y los problemas de seguridad son particularmente perjudiciales para los países en desarrollo», dijo David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial.
Malpass considera que para lograr que un mayor número de países se encamine hacia un crecimiento favorable, se requiere la acción internacional concertada y un conjunto integral de respuestas de política en el nivel nacional.
Indicaron que la desaceleración coincidirá con la ampliación de la divergencia entre las tasas de crecimiento de las economías avanzadas y las de las emergentes y en desarrollo.
Se espera que, en las economías avanzadas, el crecimiento disminuya del 5 % en 2021 al 3,8 % en 2022 y al 2,3 % en 2023, un ritmo que, si bien más lento, será suficiente para restablecer las tendencias previas a la pandemia en la producción y la inversión.
En las economías emergentes y en desarrollo, en cambio, se espera que el crecimiento caiga del 6,3 % en 2021 al 4,6 % en 2022 y al 4,4 % en 2023.
Para ese año, las economías avanzadas habrán logrado recuperar por completo su producción; no obstante, en las emergentes y en desarrollo, esta se mantendrá un 4 % por debajo de la tendencia anterior a la pandemia.
Para muchas economías vulnerables, el revés será aún mayor: la producción de las economías frágiles y afectadas por conflictos se ubicará un 7,5 % por debajo de la tendencia previa a la pandemia, y la de los pequeños Estados insulares será un 8,5 % más baja.
Mientras tanto, el aumento de la inflación, que afecta particularmente a los trabajadores de bajos ingresos, limita la política monetaria. A nivel mundial y en las economías avanzadas, la inflación ha alcanzado las tasas más altas desde 2008. En los mercados emergentes y en desarrollo, ha llegado a la tasa más alta desde 2011. En consecuencia, para contener las presiones inflacionarias, muchas economías emergentes y en desarrollo han comenzado a retirar las medidas de apoyo mucho antes de que se complete la recuperación.
«Las decisiones que tomen los responsables de la formulación de políticas en los próximos años decidirán el curso de la próxima década», afirmó Mari Pangestu, directora gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial.
Agrega que la prioridad inmediata debe ser garantizar que las vacunas se distribuyan más amplia y equitativamente, de modo de que la pandemia pueda controlarse. Pero para abordar los retrocesos en el desarrollo, como el aumento de la desigualdad, se requerirá un apoyo sostenido.
«En un momento en que los niveles de deuda son elevados, será esencial la cooperación global para ayudar a ampliar los recursos financieros de las economías en desarrollo a fin de que puedan lograr un desarrollo verde, resiliente e inclusivo» dijo Pangestu.
Perspectivas regionales:
Asia oriental y el Pacífico: Según las proyecciones, el crecimiento se desacelerará al 5,1 % en 2022 y aumentará ligeramente al 5,2 % en 2023.
Europa y Asia central: Se prevé que el crecimiento se desacelerará al 3,0 % en el año 2022 y al 2,9 % en 2023.
América Latina y el Caribe: De acuerdo con las proyecciones, el crecimiento se desacelerará al 2,6 % en 2022 para luego aumentar levemente al 2,7 % en 2023.
Oriente Medio y Norte de África: Se pronostica que el crecimiento se acelerará al 4,4 % en 2022 antes de atenuarse hasta el 3,4 % en 2023.
Asia meridional: Se prevé que el crecimiento se acelere al 7,6 % en 2022 antes de atenuarse al 6,0 % en 2023.
África subsahariana: Según las previsiones, el crecimiento se acelerará ligeramente al 3,6 % en 2022 y volverá a aumentar al 3,8 % en 2023.